jueves, 16 de febrero de 2012

Orballo

No paraba de mirar el reloj. Llegaba tarde. Metí cada una de mis manos en los bolsillos, y con el cuello del abrigo tampandome hasta justo debajo de la naríz, me incliné hacia delante hasta que la capucha con borde peludo me cubrió la cabeza. Estaba lo más arrimada posible a la marquesina del bus, y no quise mirar una vez más la hora que era. No, no lo hice, porque hacerlo suponía tener que sacar el móvil, y para ello una de mis manos del bolsillo. Miré al frente y todavía pude ver al otro lado de la calle las luces encendidas, y curiosamente las ventanas abiertas. Era normal, muy normal cuando todas las campanas de los laboratorios funcionaban, evidentemente no había extracción suficiente. Nunca me importaba ser la última en salir, no me molestaba tener que recoger el laboratorio, es más, me gustaba. Ellos lo veían como una obligación, pero a mi simplemente no me importaba. Eso sí, las estufas a aquella hora, quedaban llenas de material diverso de nuestras prácticas, aun sabiendo que en su turno, en el de tarde cuando llegase estaría todo hecho un zafarrancho. No lo pudo evitar y miró de nuevo el reloj.
Realmente, no sé porque me dio por hacerlo, pero estaba harta de oir a aquellas dos de Empresariales cuchichear.. así que sabiendo la cuesta que me esperaba para subir, hasta llegar a la segunda ronda y luego tomar hacía el centro.. me puse a caminar. Lista fui, en lugar de llevar la mochila había bajado la bandolera, así que, cargada de material vario, cada tiempo indeterminado, o mejor dicho según el que me marcaban mis hombros y musculatura varia, cambiaba mi petate de hombro. Prefería no pensar en el frío que hacía, y cuando no lo pensaba maldecía mi mala memoria por no bajar los guantes. A punto estuve de sacar unos de látex de mi mochila, del laborario y ponermelos. Poco práctico me temo. 
Caminaba a la par de la Facultad de Veterinaria, y cambié la ruta, asi que me colé por las escaleras que daban hacía la clínica Veterinaria, podría colarme por los pasillos y así, aún dando algo mas de vuelta, aprovecharía  tal vez unos diez minutos de calor y de no llovizna. Ahora sí que no sacaría mi móvil para mirar mi hora, sabía que en uno de los pasillos de los aularios había reloj. Pasaban aproximadamente veinte minutos de las ocho de la tarde. Sólo se veían a las señoras de la limpieza pulular por allí, me sentí un poco como un ser extraño, así que apuré el paso. 
Era genial pensar que había perdido un día más el bus, que no me daba tiempo a bajar a entrenar y que las niñas no me habían avisado para quedar. Pero habían quedado. Era por ello que  muchas veces me faltaban, las otras niñas, sí, mis niñas de siempre. Pensé en que hacía frío de nuevo según tiré de una de las puertas de salida de la Facultad de Veterinaria. Todavía me quedaba un buen rato de camino hasta casa de mi abuela, porque en eso había quedado con mi padre, que me recogería alli a las nueve y media, en punto. Y cuando decía en punto era en punto, ni un minuto más o menos, aunque luego el llegase a menos diez. Claro que ese día había partido. Mejor no retrasarse mucho.
Cuando tomé la Avenida de Madrid, retomé la subida, pero era buena señal ver la Fuente del Rey. El ambiente en aquella zona cambiaba, universitarios allegados a mi ciudad caminaban a un lado u otro, con manos en sus respectivos bolsillos como yo, o con bolsas de la compra. Yo me imaginaba aquellas bolsas de la compra, aquellos carritos más cutres que el que tenía mi abuela  en el patio gastadísimo. Y por un momento mientras esperaba que el semáforo se cambiase, me veía en un reflejo exacto de ellos, haciendo la compra o cualquier otra cosa, sin pensar que me esperaba mi padre  en una hora en casa de mi abuela.
Crucé al otro lado y se me cruzó por delante un perro, cuya dueña desde mis espaldas lo llamaba, no me molesté en girarme, y seguí mi camino. Eso sí, saqué por  unos apurados segundos mis manos de los bolsillos, cambié mi bandolera de hombro y recoloqué mi capucha en mi cabeza. Ya veía la Fuente del Rey. Hoy funcionaba, era jueves.
Llegaba cerca de la zona de la alameda, donde los institutos, cuando le ví. Acababa de arrancar el bus, mi bus. Resoplé, si bien casi no supe más a causa ya del frío o del mal humor que me producía el que no pasase a su hora. Arrancó... sí, y tomó  la calle de la derecha hacía la Ronda de la muralla. Se bajó gente. Se bajó él. En ese momento sí sentí frío. 
Vivía dos casas más adelante de mi abuela, y en casi  tres meses de clase pocas palabras habíamos cruzado. Yo me moría de verguenza. Yo me callaba siempre. 
Preferí seguir caminando, por mi acera. Si nos cruzábamos total, lo saludaría y me contestaría, como mucho un qué tal  y un par de preguntas sobre las clases... y el resto  del camino hasta casa de mi abuela sería silencio. Me rezagué para que no me viera y no verlo. Cambié el camino y dí la vuelta por el parque. Si coincidíamos sería mera casualidad, porque el habría ido mucho más despacio caminando, ya que mi camino era más del doble. Olía a churros, olía a aceite. Preferí no mirar y no caer en la tentación.
Justo antes de dar la vuelta a la esquina, miré el reloj del móvil. Me sobraban aun veinte minutos, así que sonreí porque sabía que sería tiempo suficiente para que mi abuela se emperrase en hacerme algo de cena.. y al final lo acabaría comiendo. Cenaría en cinco minutos, suficiente.
Doblé la esquina, y me quedé casi parada del todo. ¿Habría ido yo lo sufientemente rápido?. No era posible. Comencé caminar despacio bajando la capucha de mi abrigo, bueno, realmente no estaba sólo. Ella estaba allí, y con él. Pasé por el lado de ellos  y sin darle importancia al acontecimiento, porque realmente no debería de tenerla, los saludé con un simple " chao" y procurando no fingir mucho mi sonrisa. Porque ellos sí sonreían. No me había imaginado lo bien que podía sonar mi nombre de sus labios, de su voz. Pero la oí y seguí caminando dejándolos a mi espalda, regalándoles ahora un saludo con mi mano, que rápidamente volví a mi abrigo, a su bolsillo, a su protección. 
Ella era afortunada, tal vez porque tenía lo que yo no. Tal vez porque para ella todo era más sencillo, pero yo no quería pensar en ello. Ya lo había hecho y sabía que no era buena idea. Esa idea la aparté, la castigué en un rincón y mirando a la pared. Así, sería menos tentadora.
Llamé al marco de la puerta de madera de casa de mi abuela y tras oír  un  " va, va" repetidas veces, mis dos primas se abalanzaron sobre la puerta casi comiéndosela para pelearse por mirar quien era, y abrir. Ya no llovía, y tampoco tendría la tentación de mirar si seguían allí hablando. La puerta se cerró de un portazo. Olía café recién hecho y algo se cocinaba en la cocina. Tal vez.. mi cena.
 

jueves, 9 de febrero de 2012

No podía más. Se sumergió completamente. Sus ojos permanecieron abiertos durante 4 o 5 segundos y los cerró. Notó el agua caliente  y como poco a poco su cuerpo se relajaba, trató de dejar su mente en blanco. Había dejado las persianas subidas y en aquella hora , sabría que  en breves instantes la luz del sol, según amaneciese, entraría  para darle directamente sobre la bañera. Trató de nuevo de no pensarlo.
Notaba como si su cuerpo se hubiese escindido en dos partes, la cual una de ellas flotaba levemente sobre la superfie de la vaporosa bañera. No había jabón, sólo un puñado de sales marinas relajantes, ni el jabón de chocolate que le habían regalado,el que permanecia mediado en el estante junto  con los demás productos de higiene. No pensó, sólo dejo que una de sus mitades decidiera. Aquella de ambas partes decidió, claro que lo hizo y dejó que su nariz se asomara levemente a la superficie, ahora todo el exterior lo notaba más frío. Su cabello ondeaba lentamente en el agua, a veces levemente rozaba sus hombros, otras su cuello e incluso algún mechón rebelde  se colaba estratégicamente cerca de la comisura de sus labios, rozándola tímidamente. La claridad comenzó a asomarse por la ventana, un nuevo albor. Para ella, el fin de un día mas. Pero daba pereza.
El agua, comenzó a enfriarse y con ella, su cuerpo. Su piel comenzó a erizarse del mismo modo que las yemas de sus dedos se arrugaban, pero su cuerpo le resultaba tan relajado, que le pesaba. Sólo un minuto más. Abrió sus ojos, y al incorporarse, mientras notaba como  el agua escurría y sus cabellos quedaban pesados a su espalda, la luz intensa  le molestaba. Como si de una pieza oxidada se tratase, acabó de incorporarse, rauda.
Aquel sonido era en parte molesto, esa pequeña succión que hacia  el pequeño desagüe al terminar de vaciar la bañera, pero no quiso terminar de darle importancia. Entraba aquella luz, cálida y a la vez fría. Se asomó a la ventana, ahora sí veía con claridad aquellas pequeñas huertas y campos a barbecho, brillantes, blanquecinos, crujientes a cualquier movimiento que pertubase su quietud. Dejó de erizarse para envolverse en una gran toalla de color verde esmeralda, y como si se desplomase, se sentó sobre su sanitario. Sonrisa de medio lado. Su futuro inmediato se debatia entre tomarse un contundente desayuno o tomar la cama como una autentica fiera agotada, cansada y derroida por el día que ella aun estaba por terminar, o por empezar según como se tomase. Pero aquellas gotas, eran crueles, resbalaban por su espalda como si  no fueran a llegar a su meta jamás. Llegaban , vaya si llegaban, hasta el punto que me cosquilleaban, de modo que mi mano se coló bajo la toalla y en una pasada las aniquiló. Resoplé con una sonrisa y me levanté, agité mi cabeza y sacudí mi pelo lo suficiente como para que ninguna cruel gota hiciese de las suyas de nuevo. Me ví en el espejo, y no puede evitar hacer diversas muecas en el. Me sentía ridícula, pero y qué, nadie me veia. Por un momento pensé que estaba loca. No, no lo estaba. Alcé una ceja y mostré mi lengua al espejito. Tiré la toalla  sobre la mampara de la bañera y me miré una última vez en el espejo, seguidamente mis pies tomaron camino, y notaron, vaya si notaron el choque térmico en el pasillo. Segunda puerta a la izquierda, cuidado con el cable en el suelo, cómo no, me dije a mi misma.
Me zambullí bajo mi nórdico, boca arriba. La luz mañanera recién estrenada, aún me daba en la cara. Siempre me había encantando, dormirme con luz natural y que la misma me despertara. Modo oruga. Sí, eso hice,  me enrollé tal cual en mi nórdico. Maldita gota que me escurría de nuevo por la espalda.Sinceramente, me negué a moverme  para arrastrarla de mi feudo.
Y mi día empezó.





miércoles, 8 de febrero de 2012

Tiempo, hilvanando.

Dicen de él, que es una constante.. hum, o bueno muchas veces se considera como tal, bueno no, muchas veces no. Siempre. 

Realmente, a mi me sugiere muchas cosas. Si lo pienso objetivamente, y no le doy muchas vueltas, lo primero en emerger en mi cabeza es " tenemos dos móviles que se encuentran en dos puntos, uno en Madrid y otro en Barcelona..bla bla bla.. calcule cuanto tiempo tardan en cruzarse.." . Vamos, el típico problema del cole.. o bueno si nos vamos a un nivel de más exigencia.. pues, el abanico de problemas  plantearse aumenta. 
Si consultamos en el diccionario de la RAE, nos encontramos con que lo definen de la siguiente manera:

1.m. Duración de las cosas sujetas a mudanza.
2. m. Magnitud física que permite ordenar la secuencia de los sucesos, estableciendo un pasado, un presente y un futuro. Su unidad en el SI es el segundo.
3. m. Parte de esta secuencia.
4. m. Época durante la cual vive alguien o sucede algo.
5.m. edad (tiempo vivido).
6. m. edad (de una cosa).
7. m. Oportunidad, ocasión o coyuntura de hacer algo.
8. m. Lugar, proporción o espacio libre de otros negocios.
9. m. Largo espacio de tiempo.
10. m. Cada uno de los actos sucesivos en que se divide la ejecución de algo.
11. m. Estado atmosférico
Vistas las siguientes definiciones, además de aquellas que me decidido saltarme, ciertamente hace que el término tiempo se complique.

-Hace buen tiempo- mire a la mujer que estaba en la parada del bus, a mi derecha. Toda digna con su carro de la compra. Sí, era martes, día de mercado; la buena de la mujer, sonriente a esas horas tan intempestivas, se iba  a la compra, en busca de los precios arañados a la baja entre verduleras y mujeres rudas del campo que se apoltronan, como todos los martes en el campo de la feria. Decidí, que a esas horas, tapada entera por el frío que hacía y cargada con mi mochila llena de utensilios varios, mejor era  dedicarle una sonrisa, sin mucho más. No era la mejor hora para establecer una conversación con una desconocida, y menos pensando que estaba deseando subirme al bus, arrimarme a una esquina y rogar quince minutos de sueño antes de llegar a clase. Tocaban prácticas de síntesis, así que mejor estar despierta. Realmente había helada, pero el sol parecia comenzar a desperezarse, vamos  inversamente proporcional a mí, que bostezaba sin parar, asomándoseme casi una lagrimilla por el ojo. Sí, gran pereza.

-!Cuánto tiempo sin verte!- Fue lo primero que oí mi  tras de mi, nada más poner un pie en la Facultad. Me giré. Ciertamente, no habría hecho falta, conocía esa voz dicharachera nada más oirla a distancia. Ahí estaba el único hombre del mundo que me alegraba la vida al llegar a esas horas allí. Y es que, entrar a las ocho y media de la mañana, escuchando grupos del calibre de Barón Rojo en sus horas más clásicas, Obús en sus buenos tiempos, o a Rosendo.. pues, eso te hace empezar el día con buen pie. No pude evitar el frenarme en seco, y cambiar mi trayectoria. Dirección, como no, cafetería.

Como es evidente... pasó el tiempo.

Todavía, muchas veces cuando pululo por mi casa, con la música de fondo, sonando cualquier cosa comercial en la radio, o bien alguna que otra de mis selecciones especiales en mi pc, evocan en mí, algún que otro tiempo. Es así como en un breve espacio temporal, consigo rememorar alguno de los hechos comunes de mi casa, quedándome embobada pensando. Una sonrisa en mi cara. Fácil es recordar aquellas tardes de invierno, en las que, mientras mi madre se dedicaba a planchar, o simplemente a hacer calceta ( porque sí, yo era de aquellas niñas cuya madre hacia jerseis a calceta o chaquetas...) yo rechistaba porque quería mi bocadillo de nocilla. No había lugar a rabieta, tocaba plátano  y bocadillo de membrillo. ¡Qué tiempos aquellos!. 
Ya era de noche, sonaba el portero y cómo no, yo me levantaba de la alfombra de la sala como si tuviera un resorte. No paraba de reir al ver a mi padre llegar, siempre con aquella apariencia, todo lleno de barro... y mi madre gritandole: " sácate los tacos, sácate los tacos". Evidementemente por todo el pasillo habia quedado un caminito de redondelitos marcados, aquí y allí. Directo a la ducha.

Sonó el despertador, bueno miento, sonó mi móvil. Miento otra vez, sóno por enésima vez la alarma del despertador de mi móvil. Mi mano, se escapo rápidamente por debajo de mi nórdico y de mis sábanas de franela, para tomarlo, tal cual como si de una estocada en esgrima se tratase. El único fin era apagar el la condenada alarma que ya me estaba fastidiando aquel magnífico sueño de la hora tan intempestiva en la que estaba. Abrí perezosamente un ojo y miré: 4:15am. Buena hora. Sí, realmente era una buera hora, pero para regresar a casa, de un dia de fiesta, de tomar unas copas... era la mejor hora para meterse en cama y disfrutar de ella. Remoloneé un poco más, hasta que mi móvil se empecinó en despertarme de nuevo. Me levanté. Sin saber muy bien cómo, en la ducha me di un último sueñecito, y si que prestaba. Sólo de pensar que fuera estábamos tal vez a -4ºC, y que alli en mi ducha, caía sobre mí el agua a temperatura tan tan agradable...me espabilé!. Cierto es que no me paré a pensar que ponerme, así que pillé lo del día anterior, mientras de reojo miré la hora en el que sí era mi despertador, y que jamás usaba como tal. No tenía apenas volumen esa molesta alarma. Todavía tenía hora vieja, no me había molestado ni en cambiársela. Desayuné rápido, pero abundantemente, y cuando casi no me dí ni cuenta estaba bajando a toda prisa las escaleras de casa, mientras abria el garaje con el mando. Resoplé, puse el cinturón, y la marcha atrás. Allá vamos, que hoy llego con tiempo. Y mientras comenzaba mi andanza mañanera, recordé las palabras de un muy buen amigo mío " esas horas no son para ir a trabajar, debería de estar prohibido". Me sigo riendo, mientras, sin despistarme mucho... busco algo apetecible que escuchar, y de paso ir cantando.

Aquel día, explicandole el ejercicio de vectores antes del examen, recordé. En mi mente aquel profesor desviado de los caminos adoctrinados de los de su época. Se había casado con una alumna, se había separado de ella, seguió en las mismas durante tiempo hasta terminar con la profesora hueso de historia del instituto. Era todo un personaje, y sí , le había dado clase a mi madre!. Me amargó el curso, así que cuando mi prima me pidió ayuda ( que se la hubiese dado de todas todas) no lo dudé ni un microsegundo. Estaba dispuesta a ayudarla, no sólo a aprobar si no a sacar nota también. El día que me enseñó el video que alguno de sus alumnos colgado en youtube, viendo como mi querido profesor, a su edad de casi jubilado le dio por jugar en el recreo entre sus pupilos.. no tenía precio. Pero hubo algo que se quedó grabado en mi retina por siempre y fue la tremenda culada que se dio. Pobre incauto. Que pasada una edad y sin ropa deportiva, las cosas se complican. Sigamos, a ver, movimiento circular uniformemente acelerado.

Escuchando una canción no hace mucho tiempo, más bien poco, o bueno dependiendo de según de la relatividad del tiempo de cada uno, decia " dicen que el tiempo  como el olvido son hermanos gemelos". Durante el tiempo que escuche esa canción sonreía, fueron escasos minutos, no se exactamente cuantos, pero escasos. Escasos porque, según como dije, el tiempo será constante, irreversible y muchas otras cosas, pero muchas veces somos nosotros mismos su reloj. Cuando estamos con quien queremos, cuando reimos, cuando disfrutamos, ese tiempo parece achicarse y correr, cada vez más. Pasa rápido. 

Todos los días, pienso en como sería la mejor manera de poder encontrar la fórmula para deterlo, o al menos frenarlo. 
En cuanto a esa canción con esa frase, sólo dejamos que el tiempo y el olvido sean hermanos gemelos, si así lo deseamos, porque una de mis premisas para poder reterner el tiempo es recordar esas cosas , pequeñas o grandes, diarias o fortuitas, siempre mas alegres y felices que tristes. Es como coger ese pedazo de tiempo  y meterlo en frasquito, del cual de cuando en vez olisqueamos su recuerdo.













domingo, 5 de febrero de 2012

Si amaneciera..

Si amaneciera.. pues sería un nuevo día.

Si amaneciera.. se haría de día

Si amaneciera.. supuestamente me tendría que levantar

Si amaneciera.. saldría de nuevo el sol

Si amaneciera.. la luz que entra por mi ventana, me despertaría

Si amaneciera.. me daría media vuelta y trataría de dormirme de nuevo

Si amaneciera..me gustaria encontrarte a mi vera

Si amaneciera.. me gustaria que tu espalda tapase el sol que entra por la ventana

Si amaneciera..con ese sol que entra por la ventana, sería mi complice, para encontrar tus labios

Si amaneciera.. me abrazaría una vez más a ti.

Si amaneciera..suspiraria inhalando tu olor, con una sonrisa

Si amaneciera..me gustaria que no fuera un sueño

Si amaciera.. sin ti.. es que mi despertador me ha despertado.

Si amaneciera .. sin ti..es que es hoy y no mañana.