viernes, 27 de abril de 2012

Hoy no lo he podido evitar. Hoy hace 7 meses. Sí, tan sencillo como 7 meses desde que cerré aquella puerta, acompañada de la leve corriente que siempre agita las hojas de parra en nuestro patio. Hoy hace 212 días, tantos días  en los que he pensado en tí  tratando de mantener una sonrisa. Tantos como la última vez que cerré esa puerta, y tú no me quisiste dejar.


Después de tantas semanas, de tantos días, tantas cosas, me acuerdo de tí. Todos los días, y todas las mañanas, y cuando miro el tiempo  y cuando veo la huerta. Cuando veo atardecer, ahora que los días han crecido, al igual que yo lo hice a tu lado. Cuando miro por mi terraza, cuando veo la parra de nuestro patio, y... la veo secar. Y se seca, como mis lágrimas. Me acuerdo, cuando veo la luna llena y cuando miro el calendario. Me acuerdo cuando madrugo, y lo que me decías siempre. 

Y me acuerdo de tí, porque recuerdo tus palabras, su sonrisa y tu cariño.

A mi abuela, alguien tan especial como decir que era mi pequeña brújula, alguien que con 94 años tenía más vida e ilusión que muchos jóvenes como yo, alguien que con todo lo vivido consiguió ser feliz, incluso hasta poco antes de irse conmigo por la puerta. Porque aún recuerdo tus manos frías y como me miraste. Por eso sé que te viniste para siempre conmigo.