Y es así hoy es uno de esos días en los que te levantas y mientras te preparas el desayuno mirando por la ventana, por esa misma por la que entra el sol, te das cuenta que tus vecinos de enfrente no están en casa, porque claro son las 12 de la mañana y que con mucha suerte están en su lunch . Y te sientes afortunado porque precisamente hoy es jueves y no trabajas.
Y hace solete! increíblemente te das cuenta que con las horas que son, media mañana pasada, hace sol. Si, hace sol a finales de marzo, con temperatura agradable. Y miras la terraza. Y sacas tus planticas al sol, porque buena falta les hace, y porque sabes que les vendrá bien, que están así así . Y porque, han pasado meses y meses, y bien se merecen sol después de aguantar estoicamente el invierno holandés. Y.. yo que soy así , abro la puerta y descalza, mimándolas con bonitas y agradables palabrejas las pongo fuera al solete mañanero. Mal no creo que les haga,no?
Pero.. ¿cuánto tiempo necesitamos para que nuestro día cambie?¿qué puede pasar qué nos afecte cómo para que nuestro rostro cambie radicalmente?
Si hay algo que he aprendido a disfrutar, es mi desayuno. Y es así porque se ha convertido en un pequeño ritual que profeso todos aquellos días de los que puedo disfrutar de las rutinas que hacen que.. ese momento del día sea especial. Cumple con varios requisitos: el vestuario ( en cual ha de ser y queda literalmente relegado a las ropas que me he autoasignado el dia anterior como "ropa para ir a dormir". Y me explico con esto, se refiere y es solamente aquello con lo que me acuesto y me levanto, desayuno y no hay acuerdo que valga.), el horario ( siempre se ha dicho que es la comida más importante del día, y esto es demostrablemente internacional.. de modo que sea la hora que sea, ha de ser ejecutado.) el contenido ( pues es un punto de importancia, porque además, si nos basamos en el punto anterior, ha de ser como comida más importante del día, completo. Y bueno en mi caso rellenado con aquello que más me gusta y apetece, de modo que no me saca nadie mis tostadas y mi cafecillo..todo lo demás será bienvenido y acordado según mis apetencias ). Así que .. toda sorpresa en medio, es evidentemente una sorpresa..
En aquel momento no quedaba más que las migas de mis tostadas y no más de un dedo de alto en mi café, cuando sonó el timbre. Y en aquel momento, asentí con mi cabeza de la sorpresa que me llevé, porque en décimas de segundo había comprendido todas mis preocupaciones los últimos días, todo lo que había pasado por mi cabeza, tanto despierta como en mis fases de no vigilia. Tragué saliva y pulsé el botón.
Todos recordamos los finales de las películas felices, pero pocos recordamos los finales trágicos o de final no feliz, y es así . Si preguntase qué cuántos finales infelices conocemos, seguro que todos nosotros tendríamos que pararnos a pensar más de 15 segundos para conseguir alguno. Yo , no, pero tampoco importa eso en este momento y muchas veces es mejor que no importe para que no duela. Porque cuando algo duele, tarda en olvidarse y cuando se recuerda, vuelve a doler. Hasta los buenos momentos que echamos de menos, aquellos momentos en los que hemos reído, incluso a carcajadas, no es que duelan.. pero tenemos ese sentimiento de echar en falta, y nos genera esa melancolía que hace que.. duela. Al menos a mí.
Y es entonces cuando, echo de menos aquello cuando todavía no se ha ido. Cuándo se que aún estando cerca, se que en menos de lo que yo quisiera estará lejos. Y te quedas bloqueado, y no piensas con claridad aunque quisieras, y por tanto no eres tú, ni piensas lo que debieras de pensar ni lo que debieras de hacer. Y parece que todo pasa ante tí como unas imágenes en una pantalla. Y sobre todo, sabes que.. tarde o temprano pasaría, y que estabas mentalizado de que llegaría pero no esperabas que ese día llegase.
Mi dedo se quedó durante unos segundos pulsando el botón para abrir la puerta de mi casa, pero mi cabeza durante esos segundos pensaba por adelantado en todo ello, porque indudablemente sabría lo que vendría después, y sabía que lo que estaba a segundos, minutos de pasar , no deseaba que pasara.
Y sonreía mirando a la ventana, daba el último trago de su café mientras aquellos acordes de su guitarra sonaban. Al fin y al cabo tal vez aquella podría ser la última vez que sonasen para ellos, pero sobre todo porque el sonreír era la única manera de no llorar, al menos para él.
En el unirverso paralelo más próximo a la almohada de su cama, el cielo era gris y no paraba de llover durante meses. En ése, nunca salía el sol, pero sobre todo en aquel nunca sonreía, al menos para nadie.